Publicado en September 24, 2018
Por Lucy Calderón

Más mangles, más vida

Este es el mangle negro recién descubierto: Avicennia bicolor Standl.

Los manglares ofrecen resguardo a muchas especies de peces de interés comercial y para el consumo familiar. Foto: Lucy Calderón/EcocienciaGT

Conservar, reforestar y restaurar manglares contribuye a alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible No. 14 que nos recuerda que más de tres mil millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera. Foto:  Lucy Calderón

Con suma felicidad este pescador de Las Lisas muestra un tacazonte de 12 libras. Foto:  Lucy Calderón/EcocienciaGT

Los camarones también son muy apetecidos en las comunidades costeras. Foto:  Lucy Calderón/EcocienciaGT

Foto:  Lucy Calderón/EcocienciaGT

La belleza paisajística de los mangalares transmite mucha paz. Foto:  Lucy Calderón/EcocienciaGT

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Los bosques y el agua siempre le han gustado, por lo que trabajar en el estudio y conservación del ecosistema manglar -el cual reúne estos dos elementos-, es de lo mejor que le ha podido pasar al ingeniero ambiental in fieri César Joaquín Zacarías Coxic.

Por eso, lo llena de felicidad saber y compartir que recientemente se confirmó en Guatemala la presencia de una nueva especie de mangle rojo y otra de mangle negro. La primera es Rhizophora racemosa G. Mey; y la segunda, Avicennia bicolor Standl también llamada Ixtaten.

"La existencia de estas nuevas especies de arbóreas que crecen en el límite donde se unen el agua dulce de los ríos y el agua salada de los mares es una noticia que debiera ser valorada por todos los guatemaltecos, porque además de que se suman a las cuatro especies ya descritas para el país, contribuyen a reafirmar su rica megadiversidad", comenta Zacarías, Responsable de Manglares en el Instituto Nacional de Bosques (INAB).

"Este hallazgo científico también es un llamado y una oportunidad para efectuar nuevas estrategias de investigación y conservación del recurso forestal, las cuales los sectores involucrados en el manejo sostenible de los recursos naturales deberían tener siempre presentes previo a tomar decisiones de carácter político, administrativo, económico y técnico que puedan afectarlos", añade Zacarías.

CesarZacarias

César Zacarías, Responsable de Manglares, INAB. Foto:  Lucy Calderón/EcocienciaGT

¿Dónde están esas nuevas especies?
La recién descrita Avicennia bicolor Standl o Ixtaten crece en los departamentos de Santa Rosa y Jutiapa, donde comparte hábitat con la ya conocida Avicennia germinans (L). o mangle negro, y la Conocarpus erectus L. llamada popularmente mangle botoncillo.

Sin embargo, la Ixtaten tiene dos estambres de color azul-grisáceo y dos blanquecinos. Sus propágulos o partes que se le desprenden naturalmente para dar origen a una nueva planta son como una nuez lisa; y sus flores son más pequeñas y blancas.

Mientras, el mangle negro tiene estambres de un mismo color, flores amarillentas y propágulos con forma de mangos pequeños. Ambas especies de mangle negro se encuentran la zona de transición entre el humedal y la tierra firme, por lo que evitan la salinización de los suelos agrícolas que haya aledaños.

Parcela Forestal de Investigacion

Lucy Calderón en una Parcela Permanente de Investigación del INAB donde crece la especie de mangle negro recién descrita para el país Avicennia bicolor Standl. Foto cortesía: Sergio Sánchez, INAB.

Mangle Negro

Inflorescencias del mangle negro Avicennia germinans (L). Foto cortesía: César Zacarías

En cuanto a las especies de mangles rojos, la recién descrita Rhizophora racemosa G. Mey se caracteriza por tener inflorescencias de entre 32 a 74 flores cada una y llega a medir hasta 40 metros de altura, aunque sus raíces aéreas son pequeñas. Los ejemplares de esta especie crecen en el Parque Nacional Sipacate-Naranjo de la costa del Pacífico, en el municipio de Sipacate, departamento de Escuintla, de donde se distribuye hacia la frontera con El Salvador.

En cambio, la conocida Rizophora mangle L. alcanza los 60 metros de altura y sus raíces aéreas llegan a medir hasta 10 metros. Sus inflorescencias tienen entre 4 a 6 flores pequeñas y se distribuye en las costas del Caribe y el Pacífico guatemaltecos. Pero hace falta investigación para determinar si pudiera haber ejemplares en la Reserva de Usos Múltiples Monterrico y en el Área de Usos Múltiples Hawaii, ambas situadas en el departamento de Santa Rosa.

MangleRojo

Parcela Permanente de Investigación del INAB donde crece el mangle rojo Rizophora mangle L. Foto: Lucy Calderón

Según añade Zacarías, los análisis de laboratorio que determinaron que las mencionadas especies de mangle negro y rojo son nuevas para el país los efectuó el botánico Martín Salvador Sánchez, catedrático de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Y en la actualidad el INAB está en proceso publicar un documento científico al respecto.

Sin embargo, las cinco especies de mangles citadas, más los mangles blancos (Laguncularia racemosa) tienen la presión de la tala ilegal y de los contaminantes líquidos y sólidos provenientes de las urbes, los cuales terminan atrapados en sus raíces y ponen en riesgo la salud y supervivencia del ecosistema.

¿Por qué importan los manglares?
“En los manglares se reproduce todo tipo de mariscos y larvas de peces; son el criadero de lo que tenemos. Si nos llega a desaparecer el mangle creo que desaparecemos todos”, comenta con plena seguridad José Domingo del Cid, oriundo del municipio de Chiquimulilla, Santa Rosa, quien desde hace 35 años vive en la Playa Las Lisas del mencionado municipio.

Por eso, consciente de los múltiples beneficios que los mangles ofrecen a la comunidad donde vive, José Domingo participa en las reforestaciones de la zona, las cuales se efectúan entre los meses de septiembre y octubre. Además, como integrante del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE) insta a sus vecinos a unirse a esas campañas de reforestación y apoyar proyectos que sean de beneficio para todos.

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José Domingo Del Cid trabaja en una pescadería en la Playa Las Lisas, Chiquimulilla, Santa Rosa. Foto:  Lucy Calderón/EcocienciaGT

Vestido con pantalones cortos, playera de algodón y calzando sandalias, para aliviar el calor de la costa, José Domingo comenta que él era pescador y en Las Lisas aprendió la faena. Pero como en la última década “ha bajado mucho el rendimiento del mar”, ahora solo se dedica a la comercialización de mariscos y pescados. Camarones y robalos los adquiere de pescadores con embarcaciones grandes que van a pescar al mar, porque del canal de Chiquimulilla obtiene conchas, almejas y jaibas.

Cuando se le pregunta de qué forma prefiere comer el pescado, sin vacilar responde: “de cualquier manera, porque el pescado es el alimento número uno en el mundo”.

Por su parte, la joven Andrea Marroquín ayuda a su papá en el manejo de la empresa Serviturismo, la cual ofrece a visitantes locales y extranjeros paquetes de avistamiento de cetáceos.

Andrea comenta que le encanta el lugar donde vive y también trata de ayudar a que los mangles se conserven, porque sin ellos, no habría refugio para los distintos animalitos  y plantas acuáticas que crecen entre sus raíces. También en sus ramas viven muchos pájaros y la bella vista que ofrecen es otro de los atractivos turísticos de su comunidad, lo cual les permite a los lancheros agenciarse de ingresos al ofrecer recorridos por la zona.

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La joven Andrea Marroquín, de la empresa Serviturismo. Foto:  Lucy Calderón/EcocienciaGT

¿Cómo y por qué incentivar el cuidado de los manglares?
El ecosistema manglar ofrece muchos servicios y beneficios, no solo para las comunidades costeras sino para todos los habitantes del planeta.

Los mangles, además de proveer sustento para las personas que dependen del mar, protegen las playas de fenómenos naturales extremos, mitigan el calentamiento global, capturan dióxido de carbono, evitan la erosión del suelo, filtran el agua y sirven de resguardo para el crecimiento de varias especies de peces y crustáceos de importancia comercial y nutricional, solo por citar algunos ejemplos, comenta el ingeniero agrónomo Hugo Leonel Flores, director regional de INAB IV Sur Oriente.

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Las personas que viven en la costa del Pacífico de Guatemala subsisten de la pesca; y mientras haya manglares, habrá peces y mariscos. Foto: Lucy Calderón/EcocienciaGT 

Flores añade que a través del Programa de Incentivos Forestales PROBOSQUE, el INAB ha garantizado la permanencia de 4,400 hectáreas de mangles y han invertido Q6.4 millones para que estos continúen brindando a las personas sus múltiples beneficios.

También tienen las unidades experimentales o parcelas permanentes de investigación, en las que se efectúan diversos estudios y cuyos resultados sirven para proponer estrategias de conservación y manejo sostenible de este ecosistema. En estas también están creciendo las nuevas especies de mangle de las que comentó el ingeniero Zacarías.

Asimismo,  a través de la Estrategia Nacional para la Restauración del Paisaje Forestal, el INAB implementa varias acciones encaminadas a recuperar hectáreas  de mangle degradadas. Entre dichas acciones está la coordinación de las Mesas Locales de Mangle, espacios de diálogo en los que participan gobiernos locales, iniciativas privadas e instituciones interesadas en conservar estos importantes sistemas productivos de la Tierra.

Hay 9 Mesas Locales de Mangle en el Pacífico y 1 en el Atlántico. En ellas, los representantes de cada entidad participante planifican y organizan actividades de reforestación, vigilancia, establecimiento de viveros, charlas educativas y concienciación del uso sostenible de los manglares, porque mientras más mangle saludable exista, habrá más vida.

La gira periodística para efectuar este reportaje fue organizada por el INAB con el apoyo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), a través del Proyecto Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad en Áreas Protegidas Marino-Costeras. Este proyecto lo implementa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con fondos del Global Environment Facility (GEF).

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