ODS 6, un llamado para que todos tengamos agua y saneamiento
Toda actividad humana está relacionada con el agua y aunque esta es un medio de vida -según sea su calidad-, puede enfermarnos.
Pero la calidad del vital líquido continúa empeorando y algunas de las acciones para intentar resolver la problemática, tales como promover una cultura de reducción de contaminantes, aplicar soluciones naturales –reforestación de cuencas, por ejemplo-, y la construcción de la infraestructura óptima para darle al agua el tratamiento que requiere, no se llevan a cabo lo suficientemente rápido para que las poblaciones no se vean afectadas.
Además, se ha perdido casi el 70 por ciento de los humedales en el mundo, los cuales son ecosistemas claves para mantener las reservas de agua que benefician a todos los seres vivos.
“Si no prestamos atención a los ecosistemas y los seguimos degradando, estamos poniendo en riesgo nuestra propia supervivencia, porque recuperar un sistema natural es mucho más difícil y caro que conservar lo que aún queda de él”, señala Julio Montes de Oca, Coordinador de la Unidad de Medios de Vida y Cambio Climático en la Oficina Regional para México, Centro América y el Caribe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Un cristalino riachuelo corre por el Paraje Chuipachec, en el municipio y departamento de Totonicapán, Guatemala. Foto cortesía: Julio Mauricio Pineda Marroquín
Tampoco se está haciendo lo suficiente para traducir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a procesos de planificación social, de políticas y estrategias, y convertirlos en acciones tangibles a nivel local, indica el Reporte Síntesis del ODS 6 Agua y Saneamiento 2018 publicado por la Agencia de Naciones Unidas para el Agua.
¿Y qué son los ODS? Son un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad.
En total son 17 objetivos con 169 metas, los cuales están basados en los logros de los Objetivos de Desarrollo del Milenio e incluyen nuevas esferas como el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el consumo sostenible, la paz y la justicia, entre otras prioridades.
Los ODS están interrelacionados y con frecuencia la clave del éxito de uno repercutirá en el logro de otro. El relacionado con agua y saneamiento para todos es el No. 6.
Estos ODS, derivan de la Cumbre de Desarrollo Sostenible 2015, en la que los Estados integrantes de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobaron la Agenda 2030, la cual es un plan de acción mundial en favor de las personas, la Tierra y la prosperidad.
Sin embargo, tal como lo señala el reporte de la ONU, hace falta recabar datos para informar, tomar las mejores decisiones e impulsar la transparencia y una mejor gobernanza del agua, añade el ingeniero químico y máster en ecología humana, Julio Montes de Oca, durante una charla acerca del ODS 6 Agua y Saneamiento y los ecosistemas. Esta materia la impartió durante el curso virtual de capacitación para periodistas y comunicadores: “Un acercamiento a los objetivos de desarrollo sostenible con énfasis en agua y cambio climático”*.
El papel de la producción más limpia en el buen uso del agua
La industria y el comercio son fundamentales para un desarrollo sostenible y que la sociedad se fortalezca en conciencia ambiental, sobre todo en países como Guatemala, en donde al no ser las estructuras gubernamentales las más eficientes, la población busca los servicios que ofrece la iniciativa privada.
Con esa meta de contribuir a que la oferta del sector comercial e industrial de los países con economías en desarrollo sea más amigable con el ambiente, en 1989 el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) creó el Programa Mundial de Producción Más Limpia y alentó el establecimiento de centros especializados en la materia. En la actualidad hay 65 centros distribuidos en América Latina; Europa del Este; África, con una subregión arábiga; y Asia.
El de Guatemala inició en 1999 y a partir de 2007 se constituyó en fundación, a través del Acuerdo Ministerial No. 1345-2007. Desde entonces se denomina Fundación Centro Guatemalteco de Producción Más Limpia (CGP+L), una institución técnica, sin fines de lucro y referente en su campo de acción, con experiencia en la mejora de la competitividad y desempeño ambiental de los sectores industrial, público y académico.
El CGP+L ha trabajado con 550 empresas que pertenecen a 18 sectores entre servicios y productos. Tiene un convenio de cooperación con el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) y ha desarrollado 45 proyectos con 15 agencias de cooperación internacional en diferentes rubros, comenta su director, el ingeniero químico Luis Muñoz.
Soluciones ambientales a la medida
El trabajo del CGP+L es como el de un sastre, comenta Muñoz, porque “confeccionan” soluciones ambientales a la medida de las necesidades de los clientes.
Asimismo, han ido identificando las variables más importantes que las empresas del país deben mejorar y han desarrollado herramientas para ofrecerles las soluciones técnicas que necesitan.
Sin embargo, han variado la forma en que ofrecen esa asesoría. Ya no lo hacen a través de donaciones ni de forma gratuita, porque no funciona. “Cuando la asesoría se brinda sin ningún costo, los directivos no se involucran ni mantienen los proyectos que les proponemos, aunque obtengan beneficios. Pero es diferente cuando ellos pagan y logran con su propio dinero el cambio que requerían”, añade el ingeniero Muñoz.
Además, como el abordaje de la temática ambiental no es solo técnica, sino de variable social, asegura Muñoz, en el CGP+L han aprendido cómo la gente piensa, se inspira y razona, para determinar la mejor manera de trabajar con ella.
También –tal como ocurre cuando se quiere apoyar a comunidades urbanas o rurales- es importante dialogar con el líder, hacerlo partícipe del proceso que se pretende efectuar, porque si esa persona no visualiza los beneficios, no habrá cambio de comportamiento y tampoco autorizará la disponibilidad de recursos para implementar las mejoras.
¿Responsabilidad o competitividad?
De acuerdo con la experiencia de los técnicos del CGP+L, aunque cada empresa y comercio funciona diferente, en lo que sí coinciden es en que sus administradores suelen no estar conscientes de cuál o cuáles son sus mayores problemas.
En el caso específico del agua, muchos desconocen de dónde viene y cuánta están usando en sus procesos u oficinas.
La mayoría solo sabe que la municipalidad la provee o que la extraen de un pozo; entra a un tanque; se usa en un proceso y luego sale. Pero desconoce con qué calidad la descargan y en dónde termina, y este desconocimiento tiene consecuencias.
“No es que se vayan a gastar toda el agua, pero si no hacen un uso sostenible de esta, podrían ser penalizados y hasta caer en riesgo de mercado. Por ejemplo, en la actualidad se ha ido informando al usuario de que debe plantarse si es adecuado o no, adquirir un producto envasado en plástico desechable. Más adelante será el agua. Si tú consumes este producto, pregúntate si la empresa que lo fabrica está usando bien el agua”, dice Muñoz.
En cambio, quienes cuidan del recurso hídrico, lo hacen porque es parte de su competitividad. Y no estamos hablando de ahorrar agua, señala el ingeniero, sino de conocer su ciclo: cómo se genera, cuánto y cómo la uso y en dónde y cómo la descargo.
Luis Muñoz, director del CGP+L. Foto: Lucy Calderón/EcocienciaGT
Auditorías hídricas, esenciales para la gestión ambiental
Una de las herramientas que emplea el CGP+L para evaluar el desempeño ambiental de sus clientes es la auditoría hídrica. Hace seis años comenzaron a implementarla y a la fecha han hecho 35.
Según indica Muñoz, un 75 por ciento de las empresas en Guatemala carece de los balances hídricos a los que apunta la auditoría mencionada, desconoce el ciclo del agua y casi la mitad de las empresas y comercios auditados no tiene contadores de agua en puntos idóneos, porque tenerlos solo en la entrada del negocio no es suficiente y esto hace que sigan en riesgo.
Aunque la ejecución de dicha auditoría ha ido en aumento y desde 2017 la gestión del agua representa un 20 por ciento del trabajo del CGP+L, algo que le hace falta a los empresarios es ser más estratégicos. Si tienen sus operaciones en la capital ¿por qué están reforestando en el departamento de El Petén, en el Norte del país? ¿Por qué no reforestan una cuenca en la capital?, se pregunta Muñoz.
Ponerle precio al agua
A los empresarios hay que darles una razón –valga la redundancia- empresarial, lógica y económica para cuidar el ambiente. “La producción más limpia es una herramienta de competitividad, economía y ambiente”, puntualiza Muñoz.
Sin embargo, mientras no se le dé valor al agua y no exista un sistema bien diseñado de distribución, uso y disposición final, lograr que su uso sea racional se conseguirá solo a través de presión social, legal o de mercado. De estas presiones, la mejor para que una empresa se desarrolle y sea más grande es la de mercado, asegura.
Un ejemplo, es el citado uso de plástico, por lo que los empresarios deben preguntarse si su servicio o producto provoca un desecho, si está siendo mal administrado y en consecuencia termina en un río y lo contamina. Y cuando tengan la información, deben actuar y resolver.
¿Dónde queda el saneamiento?
Una de las metas del ODS 6 Agua y Saneamiento, es que para el 2030 se mejore la calidad del agua mediante la reducción de la contaminación, la eliminación del vertimiento y la reducción al mínimo de la descarga de materiales y productos químicos peligrosos, la reducción a la mitad del porcentaje de aguas residuales sin tratar y un aumento sustancial del reciclado y la reutilización en condiciones de seguridad a nivel mundial.
Muñoz indica que en la administración de las aguas residuales, el mayor problema lo tienen las municipalidades, porque si no cuentan con plantas de tratamiento ni estructuras de control y seguimiento para velar porque las empresas conectadas a su sistema de distribución y alcantarillado cumplan con tratar el agua, el problema de contaminación de fuentes superficiales y subterráneas seguirá.
Mario Ricorparchí, concejal de la municipalidad de San Lucas Sacatepéquez, del departamento de Guatemala, menciona que el factor “plata” es el que afecta para construir plantas de tratamiento de aguas residuales. Pero también hace falta concienciación y voluntad política.
Mario Ricoparchí, concejal de la municipalidad de San Lucas Sacatepéquez, Guatemala. Foto: Lucy Calderón/EcocienciaGT
“Mayo de 2019 es el tope para que las municipalidades tengan en marcha plantas de tratamiento de aguas residuales. Nosotros lo hemos tratado en concejo y tenemos a Dios gracias los recursos. Pero no todas las municipalidades cuentan con el dinero; una opción sería que acudan a instituciones internacionales para que los ayuden a financiar esos proyectos”, recomienda Ricorparchí.
En cuanto al sector privado, avanza en el cumplimiento del Acuerdo Gubernativo No. 236-2006 “Reglamento de las descargas y reúso de las aguas residuales y de la disposición de lodos”, no así las instituciones públicas, dice Muñoz. “He participado en mesas técnicas del agua por parte del sector privado y ellos están dispuestos a pagar y tratarla, pero de forma equitativa. De tal manera que si como ciudadanos contaminamos el agua, también tendríamos que pagar por devolverla lo más limpia posible a la naturaleza”, añade.
El profesional indica que las empresas grandes son las más supervisadas o fiscalizadas y está de acuerdo, pero ¿qué pasa con las micro, pequeñas y medianas empresas?, ¿y con la población?
Brindar educación y asesoría
Henry López Cifuentes, ingeniero agrónomo, con maestría en recursos naturales y jefe de la Unidad de Cambio Climático de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán (AMSA), comenta que la industria aporta la mayor cantidad de metales pesados que se encuentran en las aguas. A pesar de esto, Guatemala tiene la oportunidad de hacer cumplir el reglamento de descargas residuales para sanear el vital líquido.
“Otro aspecto fundamental a cumplirse debiera ser el saneamiento de las zonas de recarga hídrica, porque las aguas residuales que llegan a estas las contaminan”, añade.
Henry López, jefe de la Unidad de Cambio Climático de AMSA. Foto cortesía: Norma Joj
Para tratar de paliar la situación, en la división de reingeniería y agroindustria de AMSA se capacita a las empresas establecidas cerca de la cuenca del Lago de Amatitlán; como en la institución tienen un laboratorio donde se pueden hacer todos los análisis que demanda el reglamento de aguas residuales, los asesoran acerca de la mejor manera de limpiar el agua que usan en sus procesos.
Según López, es esencial no enfocarse solamente en cómo generar agua en abundancia, sino también abordar el tema de su calidad y de que sea apta para el consumo.
“Un recurso es para determinado límite de población o viceversa. Según el censo de 2002 somos dos millones de habitantes en la capital y se estima que cada uno de nosotros demanda unos 150 litros de agua por día; pero obviamente ya somos más y de igual manera, cada vez más, se agota la reserva potable del recurso”.
Promovamos una cultura ambiental
El desconocimiento del ciclo del agua y la importancia de proteger las zonas de recarga hídrica inciden en que las personas no cambien hábitos que perjudican el ambiente y en consecuencia a su salud. Por eso, en AMSA han capacitado a unos tres mil maestros de las escuelas situadas cerca de la cuenca del Lago de Amatitlán, para que contribuyan a generar esa cultura ambiental tan necesaria en niños, jóvenes y adultos.
“El recurso más preciado que pueda tenerse es el agua y cuando haga falta por escasez o contaminación causará una problemática social; y aunque reforestar es importante, también lo es evitar que se sigan talando bosques, porque en esas áreas afectadas ya no se siembran árboles, les dan cualquier otro uso", señala López.
"Las personas debemos ser conscientes de que además de nosotros, la naturaleza requiere de agua para continuar ofreciéndonos los múltiples servicios de los que nos beneficiamos". Ingeniero Julio Montes de Oca, UICN.
Foto cortesía: Julio Mauricio Pineda Locación: Paraje Chuipachec, Totonicapán
En el caso de las empresas, Muñoz recomienda generar en sus colaboradores una cultura ambiental enfocada a que cada uno piense, comprenda y sienta la importancia de cuidar los recursos, no solo porque la naturaleza es bella, sino porque les propiciará calidad de vida y bienestar económico.
“Cuando la empresa desarrolla entre sus colaboradores conciencia económica y ambiental acerca del valor del agua, se puede tener un efecto multiplicador”, asegura.
Debido a que la producción más limpia busca entender cómo estamos para mejorar, los líderes de las empresas tienen que generar indicadores de desempeño ambiental; deben relacionar números de cuánto consumen versus cuánto producen; y propiciar la mayor cantidad de acciones y mensajes para que sus colaboradores se apropien de esa información. Pero mientras haya carencia de datos y los empresarios no entiendan dónde están y cómo están, no podrán aportar al ODS 6, asevera Muñoz.
ENTREVISTA
La situación del agua en las comunidades más alejadas y dispersas de Guatemala
Para el ingeniero civil Luis Enrique Corzo, encargado de la coordinación nacional de los sectores de riesgo, y agua y saneamiento de World Vision Guatemala, es preocupante que teniendo en este país un recurso hídrico tan amplio, las fuentes superficiales estén tan contaminadas. Pero a lo largo de nuestra historia no hemos hecho un buen manejo del agua, indica, y aunque en la organización para la que trabaja no pueden ofrecer la solución a nivel nacional, porque tampoco les corresponde solo a ellos, sí pueden apoyar a las poblaciones en las que tienen incidencia, las cuales son bastante dispersas y vulnerables.
World Vision cuenta con programas de desarrollo de áreas, con duración mínima de 15 años. Las comunidades beneficiadas las seleccionan con base al análisis de varios indicadores o condiciones iniciales, como su tasa de desnutrición, de deserción escolar, de acceso a agua y saneamiento, de cobertura de recursos básicos, de migración, entre otros.
En la actualidad, trabajan en 10 de los 22 departamentos del país y debido a que cada cinco años reorientan sus programas técnicos a la realidad nacional, los que estarán implementando de esta fecha al 2021 abarcarán: seguridad alimentaria y nutricional (siendo agua y saneamiento uno de sus pilares), protección (que abarca derechos humanos, incidencia política) y habilidades para la vida (educación).
Luis Enrique Corzo, de World Vision Guatemala, en una de las comunidades donde apoyan la provisión de agua y saneamiento. Foto cortesía: World Vision Guatemala
¿Cómo incide en la seguridad alimentaria y nutricional contar con agua y saneamiento?
La seguridad alimentaria y nutricional tiene cuatro pilares que son: disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y consumo, y utilización biológica de los alimentos, a los cuales nosotros incorporamos el pilar de cambio climático. Y los factores de agua y saneamiento entran en el pilar de consumo y aprovechamiento biológico, porque ambos inciden directamente en la salud.
Sin embargo, en las comunidades, los mayores índices de contaminación e incidencia en diarreas ocurren por el mal uso del agua. Si las personas tuvieran conocimiento de prácticas de higiene, ese índice de enfermedades diarreicas disminuiría grandemente. Por eso, además de trabajar en el sector de infraestructura, nos enfocamos mucho en el cambio de comportamiento.
En el municipio de San Juan Ermita, departamento de Chiquimula, Guatemala, World Vision ha asesorado la construcción de tanques de almacenamiento de agua. Foto cortesía: World Vision Guatemala
¿Parte del problema en las comunidades donde ustedes trabajan es que desconocen cómo usar el agua?
En las comunidades, a veces tienen agua, pero no al cien por ciento; no cuentan con servicio todo el día. En otras, las fuentes superficiales no son aptas para el consumo o no son manejadas de manera apropiada para darle sostenibilidad a los recursos.
Nosotros, además de proveer el acceso al agua o aumentar las posibilidades para que la tengan, impulsamos el cambio de comportamiento. Esto es de lo más importante, porque por ejemplo, se han hecho proyectos de instalación de letrinas y la gente no las usa, porque no tiene una cultura de manejo de desechos apropiada.
En cambio, cuando enseñamos a hacer buen uso de las letrinas, ayudamos mucho en el tema de salud, que es el objetivo de llevarles agua y saneamiento.
¿Cuáles son las razones por las cuales las comunidades que ustedes apoyan no disponen de agua todo el tiempo?
Primero, porque no tienen la capacidad de almacenamiento apropiado. Muchos de sus tanques tienen volumen reducido.
Segundo, no tienen distribución a todas las comunidades; muchas están muy dispersas, por lo que los servicios de la municipalidad no logran llegar a todas las viviendas y si lo hacen es de manera parcial.
Tercero, hay comunidades muy susceptibles al cambio climático debido a la deforestación y a cambios de uso de suelo.
Según información preliminar del primer reporte de evaluación del conocimiento del cambio climático en Guatemala, la disponibilidad de agua mermará en los próximos 30 años debido a disminución de lluvias y aumento de temperatura. ¿Cómo considera que se verán afectadas esas comunidades susceptibles al cambio climático?
El problema generalmente es que la administración de los territorios se hace por límite político y no de cuenca. Por lo tanto, si continuamos como estamos, ese panorama será realidad.
Para ayudar a cambiarla estamos incentivando a las personas a efectuar manejos forestales de manera apropiada. Muchas veces ellas tienen los recursos naturales pero no los cuidan como se debe; es la misma comunidad la que deforesta.
Sin embargo, cuando adquieren mayor conciencia ambiental y conocimiento de la importancia de la protección de las fuentes hídricas y de las zonas de recarga, pueden llegar a protegerlas a través del tiempo. No es un cambio que ocurra de la noche a la mañana, pero sí hay que empezar a trabajarlo.
¿Por eso es importante conocer de dónde viene nuestra agua?
En el momento en que conozco de dónde viene mi agua, conozco mi entorno y las condiciones que permiten que esa agua exista.
En comunidades del corredor seco del país, como en Jocotán, Chiquimula, los habitantes tienen conciencia del proceso de generación del agua en las montañas y velan por su cuidado, pero no son todos. Si lo fueran, sería más fácil generar incidencia en temas de política pública y departamental para gestionar de mejor manera ese recurso.
Desafortunadamente, nos hace falta la capacidad de conocer el impacto del efecto dominó que ocurre cuando una fuente de agua se agota. La carencia de agua nos limita y obliga a buscar en otros sitios fuentes que la provean y así la vamos agotando. Pero si todos nos subiéramos al mismo barco, podríamos paliar los efectos del cambio climático y adaptarnos de mejor manera.
¿Cómo se logra ese esencial cambio de comportamiento?
Lo primero a tener en cuenta es que no cambiaremos una costumbre que viene de años por el simple hecho de creer que tenemos la razón o la verdad. Nosotros solo somos guías que podemos mostrar una realidad.
Los procesos tienen que ser impulsados por los líderes y las organizaciones de base comunitaria; ellos son los encargados de demostrar a los demás la realidad que están viviendo y cuáles son las vías de mejora haciendo uso de los recursos con los que cuentan.
En el caserío Ixcanal, del municipio de Comapa, departamento de Jutiapa, en Guatemala, World Vision también ha contribuido a que tengan agua potable. Foto cortesía: World Vision Guatemala
¿En qué comunidad han logrado un cambio de comportamiento?
En la comunidad Ingenio Guaraquiche, en el municipio de Jocotán, departamento de Chiquimula, donde la población es de origen ch'orti'. Ahí apoyamos la rehabilitación de la línea de conducción del agua que obtienen de una montaña para distribuirla a un tanque de filtrado lento y luego redistribuirla hacia cada una de las viviendas.
Al principio, por diversos factores, fue difícil entablar conversación con ellos, sobre todo, con los líderes. Luego, los integrantes de la comunidad, al ver que el proyecto estaba avanzando, se dieron cuenta de que en ocasiones sus propios líderes obstaculizan el progreso, por lo que realizaron un cambio de autoridades.
Los nuevos líderes son personas que, antes de que nosotros llegáramos, apoyaban proyectos de este tipo. Ahora ellos están ampliando la cobertura de agua hacia viviendas que no tenían. Este fue un impacto inesperado, más allá del alcance original de nuestro proyecto que duró 12 meses.
En la comunidad Ingenio Guaraquiche, del departamento de Jocotán, Guatemala, inauguran habilitación de línea de conducción de agua. Foto cortesía: World Vision Guatemala
En relación a cómo se devuelve el agua a la naturaleza, ¿qué avances han tenido?
En estas comunidades, como son dispersas, muchas no cuentan con una red de drenaje y usan métodos de disposición final de residuos más tradicionales.
Ahí nuestra mayor acción es enseñar la correcta disposición de excretas y el saneamiento básico, porque hacerlo de forma incorrecta no solo impacta al ambiente sino a la seguridad alimentaria y nutricional y a la salud de las personas.
¿Qué tan importante es para ellos aprender sobre agua y saneamiento?
El primer paso para trabajar en una comunidad es visitarla, hacer un diagnóstico y diálogo participativo y efectuar levantamiento de datos geométricos, topográficos, entre otros, para detectar sus necesidades y con base en ellas modelar los proyectos.
Durante ese diálogo con las personas sale siempre a flote el tema del agua, más que todo, por su carencia.
En muchas de las comunidades, el agua no llega ni siquiera una vez cada día; a mujeres y niños les toca caminar varios kilómetros para conseguir una vasija de agua de unos cinco litros de capacidad y se demoran entre 30 minutos y 2 horas para ir y regresar; mientras, los hombres se encargan de trabajar en el campo.
Así que aunado al tema de infraestructura, comenzamos con acciones educativas para fomentar el cambio y la participación de las mujeres. Ellas tienen mucha incidencia en la calidad de vida de sus familias y la comunidad.
El conocimiento del ciclo hídrico, ¿de dónde viene mi agua?, es vital para comprender que si contaminamos, esa contaminación regresará a nosotros en detrimento de nuestros medios de vida y nuestra salud.
Al tener conocimiento y conciencia de que no se debe tirar la basura en los ríos, por ejemplo, porque esto genera enfermedades, las personas cuidan mejor su entorno. Los episodios de diarreas disminuyen y en consecuencia hay mejor absorción de nutrientes, mejora la calidad de vida.
Conocer para valorar, ahí está la diferencia
En todos los ámbitos, contar con información es clave para generar los mensajes apropiados y darlos a conocer por canales adecuados con el fin de que incidan en los cambios de comportamiento que se necesitan. Para ello hay que comenzar a generar los datos que se transmitirán, acota el ingeniero Muñoz; y partir de la educación para comunicarlos, indica el ingeniero López.
Tener la oportunidad de ponerse en los zapatos de las otras personas y conocer su realidad también es trascendental. “Antes solo sabía por las noticias que muchos niños viven en condiciones no aptas y me conmovía, pero nada más. Ahora que veo esa realidad y que con mi trabajo puedo contribuir a beneficiar a los más vulnerables es diferente”, dice Corzo.
Parque Nacional Laguna El Pino, en el municipio de Barberena, departamento de Santa Rosa, Guatemala. Foto: Lucy Calderón/EcocienciaGT
Por eso, para atender al llamado de Agua y Saneamiento que hace el ODS 6, se debe ofrecer información comprensible y útil, de acuerdo a las necesidades y responsabilidades del sector de la sociedad con el que se trabaje. Solo así las personas se apropiarán de la temática, comprenderán que conservar la naturaleza es una inversión y que actuar en torno al abastecimiento y cuidado del agua, va más allá de solo instalar llaves y tuberías.
*El citado curso virtual se realizó del 15 de mayo al 24 de julio de 2018. Estuvo liderado por Global Water Partnership Centro América y la Red de Comunicación en Cambio Climático (LatinClima), con el respaldo del Programa Auraclima de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID) y el Ministerio de Ambiente y Energía de Costa Rica (MINAE), por medio del Proyecto LatinClima y el apoyo de la Earth Journalism Network de Internews y el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).
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